Destroza el corazón ver como se equivoca un amigo del alma, compañero de muchas batallas y vecino de blog en LaInformacion.com., pero llega una edad en la que uno, siendo amigo y admirador de
Carlos Salas, se siente más amigo de la verdad.
Un experto sevillano amigo de Carlos le contó al periodista, y este se lo creyó, que si en España la luz fuera cara no se consumiría tanto. Nos quejamos por vicio: la cultura de la queja tiene su versión eléctrica…
Mala noticia: el consumidor ahorra
Pero lo cierto es que el consumidor español –industria, servicios y doméstico—lleva años ahorrando energía. De hecho, en este momento el PIB nacional crece a, prácticamente el 4 por ciento, y, sin embargo el consumo eléctrico está plano, sobre todo el doméstico, aunque también en los otros dos sectores han dejado de ser lo que eran.
En los años dorados, el consumo de energía era termómetro de la actividad económica: subían y bajaban a la par, ahora, en la postcrisis y, como puede certificar en cualquier eléctrica, las cosas no son así. Por iniciativa propia o por innovación técnica general, al consumidor nacional no le conoce ni la madre que lo parió: aumenta su gasto general, pero no el de consumo eléctrico.
Esa actitud ahorradora, que debería ser bien recibida por todos, plantea serios problemas a los suministradores eléctricos: ellos no cobran en función del consumo ni de los precios de las materias primas (petróleo, gas, carbón), sino de los costes del sistema. ¿El sistema? ¿Qué es el sistema?...
El sistema cobra los errores y los caprichos
Pues al decir asturiano, el sistema un amagüesto entre el lobby eléctrico –ninguno más poderoso en España- y el Gobierno de turno, en virtud del cual la factura de la luz no solo recoge los costes de generación y distribución de la luz, sino también el coste de los errores de los gestores de las eléctricas que decidieron invertir cantidades ingentes de dinero en la construcción de plantas de generación equivocando el tiempo, o la ubicación, o la tecnología.
El dichoso sistema también carga en la factura del consumidor los costes derivados de las decisiones políticas: no estoy seguro –a mi edad la memoria no es lo que era-- pero creo que el consumidor nacional todavía sigue pagando la decisión de Felipe González de parar construcción de centrales nucleares. Por si fuera poco, entre los costes del sistema también se incluye ¡el dividendo de los accionistas!
(By the way, un servidor hace seis años escuchó en vivo al Sr. González decir que el parón nuclear fue un error…Que, todavía están pagando los consumidores)
O sea, que consuman lo que consuman, los consumidores nacionales siempre deberán pagar los costes del sistema, que desde luego nunca disminuyen, y tampoco nunca acaban de estar claros.
Ahora, como digo, el sentido de ahorro, las bombillas de bajo consumo y tantas otras novedades hacen que el consumo de luz per cápita sea menor que hace diez años, pero la factura no baja como debiera.
El impuesto del sol
Por último no me resisto, querido Carlos, a recordarte que esta connivencia entre el lobby eléctrico y el Gobierno es la que ha obligado, a imponer, y nunca mejor dicho, el “impuesto del sol”, mediante el cual, y como sabrá muy bien tu amigo experto en energías renovables, se cierra la posibilidad de que, por ejemplo, las comunidades de vecinos generen su propia energía para autoconsumo, mediante placas u otras tecnologías ya disponibles en el mercado.
En fin, admirado Salas, hace tiempo aprendimos que un oligopolio siempre tiene capacidad de marcar precios al margen de la competenciay también sabemos que el hombre que hoy está en el poder descuenta que al día siguiente de dejar la política –o que la política le deje a él—tendrá que ganarse la vida. ¡Se está tan calentito sentado en el Consejo de Administración de alguna empresa eléctrica!.
Con el cariño y la amistad de siempre.