Manolo acaba de dejar su trabajo como directivo de una empresa de la que fue miembro fundador hace cinco años. Presentó su dimisión irrevocable tras una tensa discusión a gritos en pleno pasillo con otro de los ejecutivos de primer nivel sin que ninguna de las personas que les rodeaba se inmutase.
Entonces, se dio cuenta:
Entonces, se dio cuenta:
-No quiero estar en una empresa en la que este tipo de incidentes son habituales.
No, no se ha vuelto loco por dejar un buen trabajo en plena crisis. Y no, no tiene poco aguante. La discusión de marras fue simplemente la gotita que colmó el vaso. Pero también fue el episodio que le hizo ver hasta qué punto su visión de cómo debe ser una buena cultura empresarial no estaba alineada con la de su propia compañía.
Después de hablar con él, me vino a la mente la Teoría de las Ventanas Rotas, que tiene su origen en un experimento de psicología social de Philip Zimbardo. ¿La recordáis? En 1969, el profesor de Stanford dejó durante días dos coches idénticos en el Bronx, el barrio más pobre y conflictivo de Nueva York, y Palo Alto, la siempre acaudalada ciudad que hoy acoge el embrión de Silicon Valley. El del Bronx no tardó en ser vandalizado y destrozado. El de Palo Alto permaneció intacto hasta que el propio Zimbardo rompió una ventanilla. Poco después, el automóvil mostraba un aspecto idéntico al del Bronx.
Moraleja: si se rompe el cristal de una ventana y nadie lo repara, es cuestión de tiempo que los demás cristales acaben rotos. Porque el entorno es fundamental, todos los pequeños detalles cuentan y los elementos contaminantes atraen más elementos contaminantes. De ahí que se cometan más delitos en las zonas en que el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.
Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York en los noventa, aplicó esta teoría al milímetro con mucho éxito: para limpiar de delincuencia las calles de la entonces violenta Gran Manzana, empezó por acabar con la suciedad en el metro y aplicar una política de tolerancia cero con los delitos menores. A finales de la década, Giuliani lograba el aval definitivo a su controvertida política de la mano de Disney, que abría tienda en Harlem y rehabilitaba definitivamente la imagen del barrio negro de Manhattan. Me pregunto qué hubiese hecho Giuliani si hubiese tenido que tomar una decisión sobre la retirada del retrato del
Rey del salón de plenos de San Sebastián por parte de Bildu
… ¿Creéis que hubiese esperado a que la formación abertzale siguiese rompiendo ventanas? Mmmm. Creo que no.
Claro que los españoles no somos como los estadounidenses. En España, copiar en un examen no está mal visto; incluso hay padres que animan a sus hijos a hacerlo con tal de que aprueben. En EstadosUnidos, hasta tus propios compañeros de pupitre te miran mal si lo haces, porque mentir no está bien.
Allí, defraudar a Hacienda es un pecado capital; aquí los que lo hacen, presumen de ello. Allí se pagan las multas; aquí esperamos a que nos embarguen la cuenta corriente. Allí un señor de uniforme más o menos educado te manda de nuevo al final de la fila si te has colado en un atasco para entrar en un túnel; aquí, tonto el último. Allí un presidente tuvo que dimitir por haber mentido sobre las relaciones sexuales que mantuvo con una becaria; aquí seguimos dando nuestro voto a los imputados por corrupción.
¿Qué ocurre en el mundo de la empresa? Muy fácil: si se permite una vez pasar por alto las normas éticas, la segunda será más fácil. Se empieza por hacer malabarismos para cubrir un determinado problema y se termina por tener un equipo de ingeniería financiera que es capaz de maquillar al más feo de la fiesta. Si se sacrifica lo que sea necesario por la rentabilidad a corto plazo, la visión, misión y valores se tambalean a la primera de cambio. Si el equipo directivo no da buen ejemplo, no puede esperar que sus empleados se comporten de una manera ejemplar. Así de simple.
Todos hemos tenido el típico jefe que jamás le llama la atención a Marichu, aunque llegue diez minutos tarde por sistema y dedique tres cuartos de hora al café de media mañana. O que se salta las normas cada dos por tres para presentar mejores resultados ante sus superiores. O que propone el bonus más alto para aquellos que le hacen la pelota o se van de cañas con él… ¡Y luego se rasga las vestiduras porque el edificio está lleno de ventanas rotas!
Ahora Manolo está montando su propia empresa. Su última experiencia le ha recordado algo que ya sabía, pero que había quedado taponado en su cabeza bajo el intenso ruido del día a día: para sentirse a gusto en un trabajo en el que uno da el 200%, es fundamental sentir que los propios valores están alineados con los de laempresa (y viceversa). Y tiene muy claro que nunca más va a hacer la vista gorda cuando se rompa la primera ventana.
@Sonia Franco 08/07/2011 06:00h
Pase Sin Llamar, Sonia Franco